Protesta sin muerte

Esta columna no solo hace críticas, también a menudo hace reconocimientos. El transcurrir de la sociedad siempre se presenta como un cuadro convulso de luces y sombras. Hoy quiero referirme a hechos que me parecen alentadores y reclamar atención sobre otros preocupantes.

Alentador el descenso enorme de muertes por violencia política debido al fin definitivo de las hostilidades entre fuerzas oficiales y el movimiento insurgente de las Farc-Ep. Veredas más tranquilas y camas vacías en el Hospital Militar Central en Bogotá son hechos ciertos. Las partes están cumpliendo. Sin embargo, hay fallas en la amnistía y en la seguridad de los exguerrilleros. Centenares siguen en las cárceles. Alarman las muertes aleves de reintegrados o sus familiares.

Alentador el cese de fuego y hostilidades pactado por 101 días (octubre 1° a enero 9) entre el Gobierno y el Eln. Así sea temporal, el hecho de dialogar sin disparar contribuirá a la credibilidad que tanto necesita el proceso de Quito. Alentadora la extraordinaria noticia de que las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, Agc, o Clan del Golfo, decidieron adelantar un proceso de acogimiento a la justicia. La información fue dada por el jefe del grupo, alias Otoniel, y corroborada por el vicepresidente Óscar Naranjo. Alentador haber logrado la prohibición constitucional del paramilitarismo que por momentos estuvo en vilo.

Ello ocurre cuando el paso del papa Francisco por estas tierras, rodeado de multitudes, dejó esbozada una ruta hacia la reconciliación que ya, en el marco de la Semana por la Paz, produjo un significativo encuentro de víctimas con excomandantes paramilitares, excomandantes guerrilleros y un general en retiro de las Fuerzas Armadas oficiales, precisamente para presentar experiencias e iniciativas sobre la construcción de reconciliación.

¿Serán estas manifestaciones las que permitieron al presidente Santos expresar en la Asamblea General de la ONU que “las noticias de Colombia ahora no son de muerte sino de vida”? Ojalá la verdad fuera completa y se reconociera que hay una falta de garantías mínimas para los excombatientes guerrilleros y que menos garantías hay aún para los activistas y dirigentes de la protesta social, participantes en revocatorias y consultas sobre minería e hidrocarburos, reclamantes de tierras, líderes medioambientales, defensores de derechos humanos, dirigentes de víctimas… La gravedad de los atentados persistentes contra dirigentes y activistas sociales no se puede soslayar.

El problema se analiza y se ofrecen pistas de solución en diferentes instancias. Acaba de aparecer el informe «Stop Wars», «Paren la Guerra», en tres nutridos volúmenes debidos al experimentado trabajo del Programa Somos Defensores. Las plataformas de derechos humanos buscan la manera de hacer realidad el punto 5.2 de los Acuerdos de La Habana: compromiso con la protección, el respeto y la garantía de los derechos humanos. Mesas y comisiones de garantías se esfuerzan en formular estrategias eficaces.

Se anuncia una Semana de Indignación que culminaría en movilización el 12 de octubre, con tres grandes objetivos que solo con nombrarlos se advierte su justeza: vida, cumplimiento y participación (15 puntos). Acciones fundadas y legítimas de los movimientos que no pueden ser respondidas con descalificación y represión. Hay que parar la guerra contra los liderazgos sociales y garantizar protesta sin muerte. Paz real es democracia con garantías para todos.

Se requiere una acción general ampliamente concertada con un norte definido. Por ello se impulsa la idea de una Cumbre Humanitaria a fin de tocar poderes reales que le siguen apostando y apuntando a la cabeza de los líderes sociales. El nuevo Consejo de Paz, Convivencia y Reconciliación, próximo a reunirse, podría contribuir a que el tema se asuma con la seriedad y urgencia debidos.

lucho_sando@yahoo.es

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